Thursday, August 5, 2021

Cartas al compañero Andrés Ruffini






En 2015, por un amigo en común, Andy se comunicó conmigo: quería conocer a María Rachid y tratar de meterse en el activismo de la Federación Argentina LGBT+. Venía desde Lincoln, donde con otres compas habían creado DiverNOBA. Lo conecté enseguida con María, y un mes y pico después estuvimos juntos compartiendo el casamiento de ella con su compañera Maru.


Creció una especie de amistad y de mucho compañerismo. Siempre me dijo cosas muy hermosas sobre mi activismo, sobre mi compromiso militante, y especialmente en mis cumples. Compartimos la Secretaría de Cultura de la FALGBT+ (fue secretario) y muchas charlas con exquisitos vinos. Estuvo en las presentaciones de mis libros: hizo lecturas de textos y participó con dos de sus relatos en uno de ellos, y escribió el prólogo de otro; para esos tiempos, lo invité a escribir en la edición del libro de mi amiga Neyda Pitt, “Trencadís”.
Escribí un poema sobre una visita en un verano a su depto, y le dediqué otro, como a otros estros. Compartimos eventos, encuentros y marchas LGBT+, y me conectó con un querido ser: Manu; pero quedaron truncas tantas ganas de compartir su Lincoln, más tertulias vineras, y algunos proyectos. (Los cuatro anteojos que tengo me los hizo él, a través de la óptica familiar de su ciudad).
En estos instantes de shock, describir estas cosas es acercarme mucho más al recuerdo, como una especie de efemérides personal, sin contar cosas más profundas, íntimas y activistas, que seguramente irán surgiendo con los días, y mucho más desde quienes lo conocieron y amaron tanto; me vienen a la cabeza tres instantes especiales: nuestro primer encuentro con almuerzo; la nochera charla luego de compartir el programa “Atrévete Teté” y la madrugada que, sin tener casi relación conmigo, me llamó para hablarme de una tragedia y para pedirme un consejo.
Hay mucho más, pero el dolor por su joven partida ahora quema, hasta que cicatrice de esas que nos quedan cuando se van antes aquellas personas que tenían tanto para dar.



Diego TL
Ciudad de Buenos Aires, 4 de agosto de 2021
Instagram / Facebook



Perdón, Ruffa. No supimos, no pudimos, no nos dieron las herramientas, ni la empatía. No logramos construir a tiempo un mundo menos hostil, menos solitario, menos injusto. Disculpa por la distancia y el olvido. Ese creer que siempre había tiempo, que la vida daba vueltas, que las cosas no tenían finales abruptos. Disculpa porque quizás nos perdimos un poco en lo glam y el brillo, y nos olvidamos de ese pibe triste e inseguro que se escondía en el fondo de tu sonrisa. Pero esa sonrisa, cuando aparecía, parecía ocupar todo el espacio, y poseía una perfección casi ridícula. Perdón por no compartir más vino, y no saludarte en tu cumpleaños, quizás no hubiese cambiado nada, pero no tendría este abrazo atragantado en el pecho.

De acá nadie sale entero. Ni igual. Ni feliz. Un poco la pandemia, el encierro, la angustia, se nos fue metiendo en las venas, y difícil está siendo encontrarle la vuelta. Con tanta distancia nos fuimos olvidando de lo colectivo, y quizás ahí fue que te -nos- escapaste. Perdón por eso, también.
Gracias por los vinos, los helados, la sonrisa, el debate, la construcción colectiva, la apuesta, los mimos, los viajes, la duda, el riesgo, la autocrítica, el desacuerdo, la vulnerabilidad, el miedo, y esta angustia que algo enseña.
La militancia me salvó la vida, dijiste algunas veces. Perdón por no poder hacerle honor a esa frase, y perdernos en la política.
Hasta siempre, Ruru.

Marian Mario Spagnuolo
Ciudad de Buenos Aires, 5 de agosto de 2021
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